A menudo hay gente que me cuenta que tras haber visto mi trabajo, ese descampado que estaba en su barrio, ha cambiado; o me cuentan sus recuerdos de infancia jugando en ellos. Esto me encanta. Yo vivo junto a un molino en el que Daniel Knorr, un artista rumano, hizo un proyecto estupendo y desde entonces para mí este molino siempre va a ser diferente, incluso disfruto más cuando veo cualquier molino. Digamos que los descampados me interesan más que un discurso artístico. Aunque soy consciente de que éste es un posicinamiento y, por tanto, un discurso en sí mismo.