Libro De Relecturas. La Segunda Vez

Si no se me hubiera ocurrido pasar por segunda vez por aquel lugar, seguro los recuerdos y los pensamientos de mi primer paso por allí se habrían amontonado en una concha cerebral, apocada, tal vez en espera de brotar durante un sueño pesado o, quizás, muy tarde, en una edad cansada, cuando uno se despide del viejo orden de la existencia y so pretexto de la falta de memoria se dispera en un secesionismo interior, donde el entero empieza a disculparse ante sí mismo, dand cada vez más razón a sus partes, cual signo de cobardía del conocimiento o meramente cual señal de falta de interés. En fin, había una luz de las tardes, increíblemente verdastra, duplicada por otra luz, cuyo color no existe. Con mayor exactitud, era la luz de una postal vieja, impresa en un cartón oliendo a algo lejano y estancado, representando un templo griego sobre el cielo de una tarde de verano, inverosímilmente verde. Sí, retuve lo verde del cielo, por estar duplicado por otro color, que no existe. Estaba en aquel punto de bullicio, en el malecón del río, allí, río arriba, donde hay una iglesia medio enterrada, el teatro de opereta, viejo y desconchado y, por supuesto, una gasolinera. Todo ello como algo real y palpable, a diferencia que en la otra orilla, de manera radial entraban profundamente en la ciudad un manojo delgado y desigual de calles separadas por los muros suaves y mareantes de los edificios grises, brillando metálicamente en una tarde de verano. Por las aceras iban desbordándose siluetas apresuradas, que salían o entraban en cines, cervecerías, loterías, tabaquerías, relojerías, librerías de segunda mano y de otros lugares igualmente interesantes, proponiendo una intensidad similar a la de éstos, pero que no existe, que no la hay y que jamás hubiera existido si no lo hubiera visto por segunda vez. Cansado y carente del deseo de adelantar, escogí por mera casualidad una de las calles y me aventuré hacia la puerta de un edificio, en cuyo timbre, en una plaquita de vidrio negro estaba escrita, con letras plateadas, la palabra – «Exposición» Entré. ¡Que interior mas extrano! Por afuera, el edificio tendría una veintena de pisos. Pero por dentro estaba vacío, desde abajo hasta arriba, hasta el techo de la vigésima ventana, cual una nave alta, sin contar, en ningun lugar, en ninguna parte con un pavimento que hubiera indicado o lo hubiera dividido en pisos. Desde adentro, las ventanas alumbradas por la luz verdastra e inverosímil de la tarde, como también por la luz del otro color que no existe, daban la impresión de un tablero de ajedrez, con casillas fosforescentes y opacas. Entraba por segunda vez en aquel lugar y una vez mas ví al hombre y a la mujer, vestidos de batas blancas, que se lanzaban hacia mí,desde por allí, desde el final oscuro de la sala.- Bienvenido, señor, nos alegramos de su visita a nuestra exposición solitaria. Si es de su gusto, pasaremos revista conjuntamente a las muestras de trigo y a las variedades de granos que hay en nuestra exposicion,¡tal vez el más rico surtido del mundo!La mujer y el hombre, sendos palitos de bambú en la mano, empezaron a enseňarme, los dos a la vez, con movimientos síncronos, las diferentes variedades de trigo del país y de todo el mundo, ofreciéndome detalladas explicaciones e innombrables datos estadísticos.Paso a paso, al seguirles, llegamos a las ventanas de arriba, sin saber cómo, cual levantados por una pasarela. A lo mejor estábamos en una pasarela, pero estaba tan adentrado en ver las muestras de trigo que no podría decir a ciencia cierta si la había o no, si de verdad los tres fuimos transportados de un modo u otro hasta allí arriba, a las últimas ventanas, a lo largo de la pared de veinte pisos, en que colgaban las muestras.Bajé no antes de dar las gracias a los dos especalistas y, de repente, al estar en la calle, me di cuenta de que además de cada grano había visto también otra cosa, una muestra de algo que no puedo recordar, pues no existe.Tuve que venir la segunda vez para darme cuenta de ello, tuve que mezclarme con la gente que salía de los cines, cervecerías, tabaquerías, que compraba periódicos o miraba algo, que no existe.Tuve que venir por segunda vez a esta exposición para darme cuenta de haber visto diferentes variedades de trigo y distintas variedades de algo que no existe.Tuve que venir por segunda vez, pues apenas ahora me doy cuenta de que la primera vez no existe. Tuve que venir por segunda vez para darme cuenta que jamás existe la primera vez. Nichita Stănescu tiene la inestabilidad de Ariel. De ahí, lo difícil de fijarlo en una descendencia de serie o tipológica. Aun cuando el análisis descubra en él, a través de asociaciones, razones de origen folclórico, clásico, romántico, simbolista, etc., la manera de tratarlas sigue siendo « nichitastănesciana”. Razones cncernientes a los colores particulares de una lógica interpretativa original. Aurel Martin, 1975ESTADO de la POESÍAA diferencia de cualquier otra cosa, en la naturaleza del pensamiento la poesía se propone cual tema de lo trágico fundamental el diálogo entre la grandeza y el infinito.Como sabemos, los pensadores presocráticos consideraban el épsilon cual la primera medida para la nada.La más pequeña medida para lo que no existe, en el caso del pensamiento correcto, es el mismo infnito. Lo creado tiene una naturaleza infinitesimal e infinita a la vez. Lo no creado, es decir la nada, es decir la ausencia, es decir Dios pensado cual una total ausencia, tienen conjuntamente, nada más y nada menos, una grandiosa naturaleza.La palabra tiene doble funcionalidad trágica. Por un lado, tiene tiempo, cuenta con la dimensión del tiempo, por el mero hecho de que empieza con un fonema y termina con otro y el que cuente con tiempo, pensando por supuesto en el épsilon, tiene la cualidad del infinito. Al mismo tiempo, la palabra cuenta con un signo y un significado atemporal. Una simultaneidad con cualquier cosa y cualquier momento. Por lo tanto, tiene algo de lo no creado, de la nada, es decir tiene grandeza.Cual material, la palabra traslada la tragedia entre lo creado y lo no creado, entre el infinito y la grandeza.El estado de la poesía no reside en la palabra que traslada de lo creado a lo no creado, del infinito a la grandeza. El estado de la poesía consta en este trágico diálogo. PARA MIL CANCIONESPara mil canciones nacNovecientos noventa y nueveestán roncas por una canción,por la cual nací¡ Oh, tiempos, no me partan por la mitad !Es posible, por ser tan alta,que esa canción, una,esté al final… “Resulta muy difícil fijar a Nichita Stănescu en una fórmula. Nunca se queda en el compartimiento en que lo metemos. Algunos lo consideran poeta manerista, otros piensan que es un poeta de tipo barroco, yo le dije un día que es un poeta visionario y desde luego todos tenemos razón. Él es algo de todo ello, pero incluso algo más, que nos resulta muy difícil determinar. Pienso que lo es también como individuo, como personalidad. Alguna vez intenté hacerle el retrato; tengo que confesar no haberlo logrado. Me fue muy difícil captarlo en una fórmula feli, la fórmula afortunada que de vez en cuando nos llega, pero no siempre. Nichita Stănescu se sale de la palabra. Se sale de nuestras fórmulas. Y si bien me acuerdo, así lo he conocido, cuando había llegado a ser poeta. Estaba en una eterna carrera, buscando algo, en el sentido directo de la palabra. Pienso que Nichita Stănescu instaura, crea en la poesia rumana no sólo un modo de poesía, sino también un modo muy especial de ser poeta (…)”


by Nichita Stănescu (1933-1983)