Cuando El Viaje Es Definitivo, Se Llama Exilio

Cuando pienso y cuando trato de entrar en el laberinto del EXILIO he de derribar muros invadidos de telarañas, superar olas amenazadoras, y abrir puertas de hierro ha tiempo olvidadas; y esto me hace temblar. Siento escalofríos y emociones que todavía me cuesta definir, ya que he pasado por muchas etapas de profundos sentimientos, has pasado 43 años, se me han escapado de las manos, más de la mitad de mi vida. Me han arrancado de mí mismo, de mis raíces, han conseguido inyectarme en el corazón el veneno del miedo y me han dado –ellos, los que me atormentaban- la fuerza de arriesgar mi vida para poder salvarla. Era una oscuridad negra la que me envolvía, una oscuridad que parecía decirme: trata de conocerme, aprende mis lenguas y costumbres, cosas que me eran del todo ajenas. Sólo el TALENTO que me había dado Dios y mis progenitores me ha salvado de la perdición, surgiendo en este negro de frío escalofriante, teatros y escenas, nuevas escenas del mundo, nuevas coreografías de la vida, nuevas amistades y nuevos horizontes que me han llevado el barco hacia colores más optimistas, cada vez más luminosos. He pintado bailando mi vida sin mirar más que hacia adelante. La fuerza me venía de los pensamientos del corazón que no dejaba que se quebrase el vínculo con todo lo que representaba la Rumanía triste, pero siempre Rumanía. Me echaba feliz al agua del océano y esto me parecía entonces como si tuviera una cita secreta con el "País" hablando conmigo mismo en mi lengua. ¡Qué hermosa es mi lengua! Y volvía a temblar al comprender lo lejos que estaba de ella, sólo al pronunciar estas tres palabras malditas: "persona non grata". Con el exilio hay que batallar siempre en luchas greco–romanas y has de vencerlo, destrozarlo, derribarlo por los suelos, oír cómo grita desesperadamente para que no escapes de sus largas garras. Y cuando consigues meterle un puñado de tierra ajena en la boca asquerosa, entonces sí, sabes que te has librado. Los años pasan deprisa y dejan huellas profundas, sobre todo cuando estás lejos y mantienes la lucha solo. En estos años he sentido los más dolorosos y tristes momentos de mi vida junto a los más brillantes y hermosos momentos de mi carrera construida ladrillo sobre ladrillo con mis propias manos, con el sudor de mi cuerpo. No lamento nada de lo hecho, mis malos recuerdos se entrelazan con los maravillosos y se compensan recíprocamente, y si fuera necesario revivirlo repetiría todo sin retoque alguno. A lo largo de todos estos años mi trabajo ha sido recompensado por dos Reyes –el de Noruega y el de España y por un Presidente, el de Rumanía. He plantado una palmera y se publicó en España mi biografía que, está a punto de ser editada en Bucarest también, el año que viene. Después del derrumbamiento definitivo de los monstruos, el exilio se convirtió en una patria adoptiva que me empujó hacia el Festival Enescu en 1991, año en el que volví a echar raíces, débiles al principio, de acero al parecer hoy, ya que descubrí amistades perennes y que la sangre no se hace agua. He vuelto a pisar en mi escena amada en la que bailé con ocasión del homenaje que me brindaron y en la que les regalé algunas coreografías arrancadas de mi alma. He vuelto a respirar el aire que respiraba sólo en mis sueños, he oído hablar a mi alrededor sólo en rumano, creía que tenía alucinaciones, pero no…era verdad. El exilio está muerto. ¡Viva la paz santa, odio las guerras y las opresiones, sobre todo cuando son ilegales. Pero, a nadie le recomiendo el exilio, a no ser que pueda vencerlo tal como lo he vencido yo.


by Gelu Barbu