
Las prácticas culturales tradicionales vinculadas al
1 de marzo tienen por objeto celebrar el comienzo de la primavera. La principal
de ellas consiste en confeccionar y llevar o regalar un cordón trenzado con
hilos rojos y blancos –denominado “martenitsa”, “martinka” o “mărţişor”, según
los países– para que la transición del invierno a la primavera se efectúe
felizmente, gozando de buen estado de salud.
Todos los miembros de las comunidades interesadas se
adhieren a esta práctica tradicional que propicia la cohesión social, la
interacción con la naturaleza, los intercambios entre las distintas
generaciones y la creatividad. La transmisión de este elemento del patrimonio
cultural es espontánea y se efectúa mediante educación informal en las familias
y los barrios, o mediante la organización de talleres, cursos especiales y
programas museísticos.
La tradición de la celebración de „mărțișor” está inscrita en la Lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.