La novela es, también, un relato amoroso-erótico, que se manifiesta en el triángulo Sanda-Egor-Cristina. La intención de Cristina en quedarse con Egor hace que incluya a Sanda en su posesión demoníaca para dejarla en cama enferma y débil, alimentándose de ella directamente. La sangre no se manifiesta de forma gráfica, pero el lector siempre la tiene presente a través fenómenos aparentemente naturales que toman un giro mágico y oculto: la llegada del atardecer, los mosquitos y las referencias a la menstruación en la enferma la transforman en un ente propio y con autonomía.